VISITA DE JUAN PABLO II A TUMACO
Por JORGE MANRIQUE
(Enviado especial de El Espectador)
TUMACO, julio 4 de 1986
Para Virgilio Arroyo Rodríguez, un campesino de 70 años, este día
jamás se olvidará.
Se encontraba a pocos metros de su vivienda cuando un tropel de
guardaespaldas. obispos y gentes que jamás habla visto en la vida se le
vinieron encima. El asustado labriego no alcanzaba a imaginarse de qué se
trataba todo aquel revuelo. Casi se va de espaldas cuando entre todos los que
se acercaban a su casa distinguió la sonriente figura del Papa Juan Pablo II.
Enseñado a vivir entre la tierra, con su señora enferma y sus hijos
repartidos en varias zonas de Tumaco, el señor Arroyo vivió la experiencia más
significativa de su vida, como minutos después de ocurrido este hecho nos lo
refirió.
El Sumo Pontífice acababa de recibir los regalos cuando intempestivamente
cambió el rumbo fijado en el protocolo y se fue directo a una de las casas
ubicadas en inmediaciones del parque de San Judas, donde tuvo lugar hoy la
multitudinaria concentración en Tumaco. El interior de la humilde casa y su
familia fueron testigos, junto con el anciano, de algo que ya se venia
previendo porque la visita del Papa a Tumaco se prestaba para un contacto más
personal entre el jefe de la Iglesia y los pobladores de este apartado puerto
del Pacífico.
“Esto se lo voy a contar a mis otros nietos y creo que ya puedo
morirme tranquilo porque Dios me ha otorgado esta gracia”, puntualizó el
agricultor quien había viajado desde su parcela desde hacia tres días para
asistir a los actos programados con motivo de la llegada del Papa.
"Al comienzo no me di cuenta de que era lo que estaba pasando.
Pero después, estando yo aquí quietecito, vi que el Santo Padre entraba a mi
casa. Yo no supe qué decirle, ni mucho menos qué hacer. El entró hasta bien
adentro y miró el techo, las paredes y algunos de mis nietos que me
acompañaban. Entonces nos bendijo y yo sentí una alegría ¡más grande!"
expresó el señor Arroyo minutos después, cuando pudo recobrar el aliento de
tamaña sorpresa.
Cuando todos pensábamos que ésta sería la única travesura del Santo
Padre, volvimos a caer en el asombro cuando el Vicario de Cristo ingresó a otra
vivienda.
Se trataba en esta ocasión de la casa de doña Carmen Peña, quien se
encontraba escuchando las palabras del Papa desde la ventana de su casa. “No me
había dado cuenta de que el Papa estaba por aquí cerquita, ya que cuando él
terminó de hablar yo quise salir a la puerta y cuando menos pensé fue que casi
me tropiezo con él. Entró sonriente y yo tenía cargado a uno de mis niños.
El lo tocó en la frente, lo bendijo y luego me bendijo a mi",
afirmó la asustada señora.
El Sumo Pontífice, como en la ocasión anterior, entró a la vivienda y
después de pasar su vista por la humilde sala, la bendijo y sonrió a los
presentes.
Doña Carmen no salía del estupor y con voz entrecortada y casi
llorando nos contó lo que para ella ha sido el acontecimiento más especial de
toda su vida. Su esposo, Jesús Pavón, no pudo estar en ese momento, ya que le
correspondió trabajar como ayudante en la caravana.
Preguntada sobre lo que pensaba de este hecho, la humilde señora dijo
que no iba a hacer ningún tipo de celebración ni mucho menos iba a presumir
ante sus vecinos de su suerte, sino que mejor rezaría y se encomendaría a Dios.
Se acabó el protocolo
Luego de abandonar la última vivienda que visitó, el Papa se dirigió
hacia el vehículo que lo transportaría nuevamente al aeropuerto "La
Florida".
Sus inmediatos colaboradores se encontraban quizás más asustados que
las humildes personas a quienes el Papa bendijo personalmente. Sin embargo,
este hecho no provocó desórdenes, otros habitantes de Tumaco también tuvieron
la oportunidad de estar a dos metros del ilustre visitante que tranquilamente
se puso un sombrero rojo para iniciar nuevamente la caravana.
Todos querían estar donde había estado el Papa y la gente se volcó
hacia el templete para inspeccionar el sitio donde minutos antes había estado
Juan Pablo II. Igualmente, rompiendo el protocolo, se fue directo a una de las
casas ubicadas en inmediaciones del parque de San Judas, donde tuvo lugar hoy
la multitudinaria concentración de Tumaco.
Todos querían estar donde había estado el Papa y la gente se volcó
hacia el templete para inspeccionar el sitio donde minutos antes había estado
Juan Pablo II. Igualmente se dirigieron a las casas de don Virgilio y doña
Carmen para que éstos les contaran cómo había sido aquello que les acababa de
suceder.
El parque de San Judas Tadeo quedó desocupado y allí sólo se veían miles
de banderas que en el afán los tumaqueños dejaron abandonadas.
Tumaco será en adelante un pueblo distinto. La visita del Papa dio a
las gentes una esperanza para seguir su lucha en medio de circunstancias a
veces adversas.
Los niños quedaron felices y en sus pequeñas mentes perdurará este
día.
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